April 05, 2014

La doma india en el Martín Fierro

El pampa educa al caballo
como para un entrevero;
como rayo es de ligero
en cuanto el indio lo toca;
y, como trompo, en la boca
da güeltas sobre un cuero.

Lo varea en la madrugada,
jamás falta a este deber;
luego, lo enseña a correr
entre fangos y guadales.
¡Ansina esos animales
es cuanto se puede ver!

En el caballo de un pampa
no hay peligro de rodar,
¡jué pucha! Y pa' disparar
es pingo que no se cansa;
con prolijidá lo amansa,
sin dejarlo corcobiar.

Pa' quitarle las cosquillas,
con cuidao lo manosea;
horas enteras emplea,
y, por fin, solo lo deja
cuando agacha las orejas
y ya el potro ni cocea.

Jamás le sacude un golpe,
porque lo trata al bagual
con pacencia sin igual;
al domarlo no le pega,
hasta que al fin se le entrega
ya dócil el animal.

Y aunque yo sobre los bastos
me sé sacudir el polvo,
a esa costumbre me amoldo.
Con pacencia lo manejan
y al día siguiente lo dejan
rienda arriba junto al toldo.

Ansí todo el que procure
tener un pingo modelo
lo ha de cuidar con desvelo,
y debe impedir también
el que de golpes le den
o tironeen en el suelo.

Muchos quieren dominarlo
con el rigor y el azote,
y si ven al chafalote
que tiene trazas de malo,
lo embraman en algún palo
hasta que se descogote.

Todos se vuelven pretestos
y güeltas para ensillarlo:
dicen que es por quebrantarlo,
mas compriende cualquier bobo
que es de miedo del corcovo
y no quieren confesarlo.

El animal yeguarizo
(perdonenmé esta alvertencia)
es de mucha conocencia
y tiene mucho sentido:
es animal consentido:
lo cautiva la pacencia.

Aventaja a los demás
el que estas cosas entienda;
es bueno que el hombre aprienda,
pues hay pocos domadores
y muchos frangolladores
que andan de bozal y rienda.

José Hernández, La vuelta de Martín Fierro, X.

No comments :