«Padre y madre ofrecen al bebé aportaciones diferentes y complementarias.
Esquemáticamente, las madres proponen un diálogo emocional. Por la voz,
la mirada, la búsqueda de una postura confortable, hacen nacer en él
los sentimientos originarios de seguridad y regulan sus estados de
bienestar y malestar. Los padres ofrecen una aportación más física, más
estimulante (como tener al bebé en el aire), exigen la realización de
tareas, llevan hacia desafíos. El niño necesita esta asimetría parental,
y es una ilusión decir que, criado por adultos homosexuales, será capaz
de identificarse con la dimensión masculina o femenina que le falta a
través de los contactos con amigos adultos de un sexo diferente al de
sus padres» (Maurice Berger).
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